Comentario
En que se da relación del puerto, isla y pueblo de los indios, y de sus comunidades y otras cosas
Esta isla de Santa Cristina es muy poblada y en el medio alta: tiene sus quebradas y valles, que es la habitación de los indios. El puerto se llama de la Madre de Dios, ¡loada sea!, está a la parte de Oeste, en altura de nueve grados y medio, abrigado de todo viento; sólo dejará de ser del viento Oeste, el cual nunca se vio cursar. Su forma parece de herradura, con boca angosta, y a la entrada tiene de fondo limpio de arena treinta brazas; a medio puerto veinte y cuatro, y doce junto a tierra. Tiene por señas un cerro de la parte del Sur tajado a la mar, y en lo más alto dél un pico en que tiene otras, y de la parte del Norte una roca cóncava, y dentro del puerto cinco quebradas de arboleda, que todas bajan a la mar, y un cerro que divide dos playuelas de arena con un chorrillo de bonísima agua que cae de lo alto, de estado y medio, del grueso de un puño, a donde se pueden hinchir las pipas, y cerca un arroyuelo, de no menos bondad de agua, que viene por junto a un pueblo que los indios allí tienen: de manera que el chorrillo, pueblo y arroyo todo está en la playa que está del cerro a la parte del Norte; y en la otra del Sur, hay unas casas entremetidas con árboles, y a la parte del Leste unos altos cerros de peñascos, con algunas quebradas, de a donde el arroyo baja.
Algunos indios de esta isla no parecieron tan blancos como los de la Magdalena: tienen el mismo uso del hablarse, las mismas armas y canoas con que sirven de cerca. Su pueblo es como los dos lados de un cuadro: el uno del Norte Sur, y el otro del Leste Oeste, con las pertenencias bien empedradas; lo demás es como plaza llana de muy altos y muy espesos árboles. Las casas parecían comunidades, son hechas a modo de galpones y de dos aguas; el suelo más alto que el de la calle. Pareció se recogía mucha gente en cada casa, porque había muchas camas señaladas, y éstas bajas. Las unas casas con puertas bajas y otras tenían abierto todo el lienzo fronterizo: son armadas de madera y entretejidas de unas muy grandes cañas, que tienen cañutos de más de cinco palmos de largo y gruesas como lo es un brazo, y la cubierta de las hojas de los árboles de la plaza.
Las mujeres, el piloto mayor no vio ninguna porque no se desembarcó a tiempo, y todos cuantos las vieron afirman haberlas lindas de piernas, manos, bellos ojos, rostro, cintura y talle, y ser algunas más hermosas que damas de Lima, con serlo mucho las de aquel lugar; y que en lo tocante a blancura no se podían decir albas, pero blancas: andaban con cierta cobertura de pechos abajo cubiertas.
Apartado del pueblo estaba un oráculo cercado de palizada, su entrada al Oeste, y una casa casi en medio, la puerta al Norte, en que había algunas figuras de palo mal obradas, y allí ofrecidas cosas de comer y un puerco, que los soldados quitaron; y queriendo quitar otras cosas, los indios les fueron a la mano, diciendo por señas que no les quitasen nada, mostrando tener respeto a aquella casa y figuras.
Tienen fuera del pueblo unas muy largas y bien obradas piraguas de un solo palo, con forma de quilla, popa y proa, y añadidas con falcas de tablas, amarradas fuertemente con ternelas que hacen de los cocos; y caben bien en cada una de treinta a cuarenta indios bogadores; y con éstas daban ellos a entender, porque se lo preguntaron, que iban a otras tierras. Lábranlas con unas azuelas que hacen de gruesos pescados y caracoles; afílanlas en guijarros grandes que para esto tienen.
El temperamento, salud, fuerzas y corpulencia, dicen lo que es la ropa que se sufría bien de noche, y de día el sol molestaba mucho. Hubo algunos aguaceros, no grandes; rocío ni sereno nunca se sintió, sino muy gran sequedad: tanto que las cosas mojadas, aunque de noche las dejaban en el suelo sin tenderse, se hallaban por la mañana del todo enjutas, aunque no se puede saber si pasaba así todo el año.
Viéronse puercos y gallinas de Castilla, y el pescado es cierto cuando hay mar.
Los árboles, que se ha dicho estaban en la plaza, daban una fruta que llega a ser del tamaño de la cabeza de un muchacho; su color, cuando está madura, es verde claro, y cuando verde, muy verde; la cáscara señala unas rayas cruzadas al modo de piña; su forma no es del todo redonda, algo más angosta en la punta que en el pie, y del pie nace un pezón que llega hasta el medio de ella y de este pezón una armadura de telas; no tiene huesos ni pepitas, ni cosa sin provecho más de la cáscara, y ésa es delgada; todo lo demás es una masa de poco zumo cuando madura, y de menos. De todas maneras se comieron muchas; es tan sabrosa que la llaman manjar blanco; túvose por fruta sana y de mucha sustancia; las hojas de su árbol son grandes y muy arpadas al modo de las papayas.
Halláronse muchas cuevas llenas de una cierta masa aceda, que dice el piloto mayor probó. Hay otra fruta metida en erizos como castañas, pero tendrá cada una el mello como seis de Castilla, y tiene casi el sabor de ellas; su forma es al modo del corazón llano; muchas se comieron asadas y cocidas y había en los árboles por madurar.
Hay unas nueces del tamaño de las de Castilla, de las grandes, y casi parece que parejas en sabor; tienen la corteza muy dura y sin junta, y el miollo suyo no está con la cáscara entremetido, y sale fácilmente y entero cuando la parten; es fruta aceitosa; comióse y lleváse muchas de ellas.
Calabazas de Castilla, se vieron sembradas en la playa, y unas flores coloradas y de buena vista, sin olor; y como no se anduvo en la tierra, y los indios, como se ha dicho, se fueron todos al monte, sólo lo que está dicho se puede decir, y que los soldados dijeron que todos los árboles que había parecían frutales.
Fueron los nuestros muy bien recibidos de los indios, y no se puede saber si les daban la bien venida o qué era su intención; porque como no les entendieron, mal y a esta causa se puede atribuir los daños, que se les excusaran si hubiera quien con ellos los diera a entender.